UNIVERSIDAD NACIONAL DE MÉXICO
La Universidad Nacional de México se inauguró el 22 de septiembre de 1910, en el marco de las celebraciones por el primer centenario de la Independencia. Reunía las escuelas nacionales existentes, la mayoría creadas por la primera ley federal del ramo educativo (1867), tras la restauración de la República: la Preparatoria (que había heredado el edificio y en cierta medida el prestigio del antiguo Colegio de San Ildefonso) y las de Ingenieros, de Jurisprudencia, de Medicina y de Bellas Artes (esta por lo que hace al estudio de la Arquitectura), más la de Altos Estudios, constituida meses antes para ocuparse de los niveles de especialización o posgrado y de formar docentes para los estudios superiores.
Se previó fundar o incorporar otros establecimientos, así que en 1914 se sumaron formalmente la Escuela Odontológica, los institutos médicos (Patología y Bacteriología), el museo de Arqueología, Historia y Etnología, el de Historia Natural, y la Biblioteca Nacional.
La incipiente administración, centrada en las funciones del rector y del Consejo Universitario para su régimen interno, en realidad estaba sujeta, sobre todo en materia de recursos, al aparato del ramo federal de Instrucción Pública. Al interior de las escuelas, las principales facultades administrativas correspondían al director, y en la organización académica participaban las juntas de profesores, siguiendo prácticas añejas del funcionamiento escolar, pero sus decisiones y acuerdos debían ser sometidos a dicha instancia superior, a través de las mencionadas autoridades.
En 1917 se convirtió en Departamento Universitario, dependencia directa del Ejecutivo, al que Vasconcelos haría pivote de la cultura nacional y antecedente de la Secretaría de Educación Pública; hacia 1922, con el concepto de “extensión” se pretendía también “poner la Universidad al servicio del pueblo”. Sin embargo, al finalizar esa década el crecimiento de la población estudiantil, en desequilibrio con el número de docentes, y la precariedad general de los recursos, estarían entre las causas estructurales de lo que se conoce como movimiento por la Autonomía.
La Ley Orgánica de1929, además de incorporar nuevos establecimientos científicos, entre ellos el Observatorio Astronómico, iba a permitir a la institución organizarse con independencia y administrar sus recursos, al principio con altibajos económicos y sacudida por conflictos políticos e ideológicos, que eventualmente conseguiría superar para asumir la cobertura nacional de la educación superior y adquirir un protagonismo incuestionable en el desarrollo cultural del país.
Desde 1945 se convirtió en organismo público descentralizado, con una Junta de Gobierno que interviene en la designación de las autoridades escolares y un Patronato que vigila la administración de recursos; tras ocupar su propia Ciudad, al sur de la capital mexicana, en 1954, entró en una fase de crecimiento y expansión espectaculares, lo cual sin duda se refleja actualmente en la compleja infraestructura material y funcional que pretende responder a sus propósitos originales en torno a la docencia, la investigación y la extensión o difusión de la cultura.
El fondo denominado Universidad Nacional es, por supuesto, el de mayor volumen que resguarda el Archivo Histórico de la UNAM: recoge toda la documentación de carácter testimonial, principalmente relacionada con la administración central (o que debía turnarse al rector), procedente lo mismo de escuelas y facultades que de establecimientos de investigación, así como del resto de las dependencias de un organigrama en desarrollo y expansión constantes.
Hacia 1924 ya se concentraban en la propia Rectoría los documentos “antiguos” de las escuelas nacionales; en 1933, los expedientes de alumnos requirieron de una dependencia responsable, que en 1947 se llamó Dirección General de Servicios Escolares, de la cual dependía el Archivo General de la UNAM; las entidades universitarias enviarían a este los documentos sin vigencia administrativa, para un resguardo intermedio o “semiactivo”, y en 1966 se comenzó a transferir al Archivo Histórico, recién creado, aquellos conjuntos cuya valoración indicaba la necesidad de preservarlos organizados y debidamente instrumentados como para ser objeto de consulta pública.
Desde entonces, no hemos dejado de recibir remesas documentales de esta procedencia cuya organización, por razones obvias, dependía de la que tuvieron durante la mencionada fase intermedia, es decir, en la “Tabla de determinantes de oficina” del Manual de archivo de la UNAM (última edición de la Secretaría General Administrativa en 1982). Recientemente se emprendió la reorganización del enorme acervo, con base en una propuesta de clasificación que recoge instancias y funciones reconocidas en “tablas” sucesivas desde 1922, y comprende ocho (8) subfondos:
Secretaría de instrucción Pública y Bellas Artes
Junta de Gobierno
Consejo Universitario
Rectoría
Patronato Universitario
Secretaría General
Secretaría Administrativa
Abogado General,
al interior de los cuales se reconocen seis (6) secciones:
Administración de recursos
Administración escolar
Extensión universitaria
Investigación científica y humanística
Intercambio y relaciones universitarias
Administración de actividades deportivas,
e indistintamente se pueden ubicar algunas de las más de 700 series documentales identificadas.
La tipología y las clases documentales anexas son, por necesidad, muy variadas, y podemos encontrar estatutos, reglamentos, informes, memorias, actas, programas de estudio, proyectos de investigación, ensayos, artículos, conferencias, ponencias, convenios, presupuestos, estadística, minutas y toda clase de correspondencia, así como publicaciones, folletería, selecciones hemerográficas, fotografía, carteles, mapas y planos, entre otros.
Como unidades compuestas sobresalen los expedientes de alumnos, en principio generados por las escuelas decimonónicas y más tarde resultado de la labor de dependencias a cargo de asuntos escolares como inscripción, certificación y titulación, incluyendo la incorporación y revalidación de estudios.
Tras un periodo de concentración de hasta 40 años en el Archivo General, son transferidos al Archivo Histórico para integrarse a una serie particular. Su contenido, que suele incluir documentos personales y registros propios del desempeño académico, es de carácter confidencial, y en todo caso su consulta estará sujeta a la normatividad que en la materia observe la UNAM.